Hija De La Fortuna
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Aunque nunca conoció su verdadero origen, Eliza Sommers creció feliz en el seno de una familia inglesa que vivía en la ciudad portuaria de Valparaíso dedicada al comercio internacional. Su madre adoptiva, la bella y enigmática Miss Rose, la educó según las normas sociales propias de la Inglaterra victoriana, al tiempo que su nana le enseñaba los mitos, leyendas y costumbres del pueblo chileno. Eliza se movía entre estos dos mundos con absoluta naturalidad, observando en silencio los vaivenes de sus mayores.
Sin embargo, el arrebato del primer amor puso fin a esa infancia cálida y torció para siempre su destino. Corría el año 1848 cuando, coincidiendo con la noticia del oro descubierto en California, Eliza sucumbió al fuego de la pasión en brazos de Joaquín Andieta, un joven humilde e idealista que, como tantos otros, se dejó llevar por la ilusión de una fortuna fácil y partió hacia el norte en busca del anhelado polvo amarillo. Enferma de amor, Eliza emprendió una larga travesía que habría de llevarla junto a su amante, pero las huellas de Joaquín Andieta se perdían en la inmensidad de un territorio horadado por la codicia, el odio y la violencia de cuantos perseguían la quimera de una riqueza súbita.
Con el tiempo, la imagen de ese amor idealizado que Eliza buscaba en su particular odisea se fue desvaneciendo como el espejismo del oro, pero en su lugar se abría un nuevo horizonte por explorar...
Y es que, quizá su fiel amigo Tao Chi'en estaba en lo cierto cuando afirmaba que en esta vida no se llega a ninguna parte, se camina no más.
Sin embargo, el arrebato del primer amor puso fin a esa infancia cálida y torció para siempre su destino. Corría el año 1848 cuando, coincidiendo con la noticia del oro descubierto en California, Eliza sucumbió al fuego de la pasión en brazos de Joaquín Andieta, un joven humilde e idealista que, como tantos otros, se dejó llevar por la ilusión de una fortuna fácil y partió hacia el norte en busca del anhelado polvo amarillo. Enferma de amor, Eliza emprendió una larga travesía que habría de llevarla junto a su amante, pero las huellas de Joaquín Andieta se perdían en la inmensidad de un territorio horadado por la codicia, el odio y la violencia de cuantos perseguían la quimera de una riqueza súbita.
Con el tiempo, la imagen de ese amor idealizado que Eliza buscaba en su particular odisea se fue desvaneciendo como el espejismo del oro, pero en su lugar se abría un nuevo horizonte por explorar...
Y es que, quizá su fiel amigo Tao Chi'en estaba en lo cierto cuando afirmaba que en esta vida no se llega a ninguna parte, se camina no más.