Como el personaje de la novela Mrs. Dalloway de Virginia Woolf, Jean Aristeguieta nos reafirma en Temblor del vacío «lo absorbente que es la vida, lo misteriosa e infinitamente rica», y también lo efímero que se convierte el rito del vivir —apenas un soplo— cuando ha sido intenso, liberador. Sobre un paisaje de pérdidas irremediables, pronuncia: «carezco de epitafio / invoco todo lo que fue belleza». Pero queda y se esparce su clamor, mientras el sufrimiento se ramifica en un canto a lo vivido: memorias de viajes, impresiones del arte y la cultura contemplada, los amigos, la fe, pequeñas tristezas y fervores cotidianos, la poesía como esencia salvadora. Así, con la lectura intrusa de estos diarios poéticos, participamos en una especie de ceremonia sagrada, en lo más íntimo y definitivo de la mujer que consagró su existencia a la belleza y el amor. l ILEANA ÁLVAREZ

Buena lectura.